miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA PACIENCIA, LOS DEMONIOS INTERIORES Y UN CHICO TRANQUILO Y DULCE...


Me enfrento a esta gran página en blanco con el cerebro también en blanco y la barriga vacía y revuelta. Me he vuelto a encontrar con mis demonios interiores, a los que hace un par de meses les había perdido el rastro, ya sabía que me iban a volver a encontrar, porque no soy tan lista como para poder esquivar mi propia mente con sus miedos y expectativas de toda la vida. Cuando se fueron tuve tranquilidad, una que no tenía hace muchísimo tiempo, probablemente nunca. 

La tranquilidad de la mente es una cosa maravillosa, me metí al budismo para poder experimentarla, pero la tranquilidad de espíritu que viene de la voluntad de estar tranquilo es mejor. Debo confesar que buena parte de mi motivación para estar tranquila provenía de un chico, de un chico tranquilo y dulce, por supuesto, de esos que no se encuentran todos los días por la calle y que si estuviera en el mercado accionario sería impagable, por lo menos para una ciudadana de a pie como yo. Por eso cuando tuve la fortuna de conocerlo y tratar con él me ingenié el recurso de la tranquilidad para ver si me hacía digna de él. Debo decir que también ingenié otras cosas, cartas, mensajes, poemas y cambios en mi personalidad que ni yo podía imaginar que pudieran darse, pero se dieron tan espontáneamente como se prenden las malas hierbas en las macetas de flores. 

Lo que voy a decir a continuación probablemente lo sepa todo el mundo y lo haya experimentado, por mucho que se quiera resulta imposible obligar a alguien a que te quiera. Yo he sido obstinada toda mi vida y he intentado muchas veces lo mismo, por supuesto, sin conseguirlo. Mi excusa esta vez era que el chico parecía valer todas y cada una de las molestias que puede suscitar meterse en una vacaloca como esta, y la verdad es que lo vale, pero da igual. Total, después de rozar casi delicadamente la entrada del nirvana y de intentar ser todo lo bueno que se puede ser, con toda la paciencia que me da mi software personal, me di a esta tarea profunda y la verdad hubo momentos maravillosos en que pensaba que lo estaba consiguiendo y no porque mi mente obstinada lo creyera, no, el chico respondía a los estímulos de mi amor incondicional, a mi sobrehumana fuerza de voluntad y a mi dedicación incansable, era algo del tipo el amor engendra amor, el interés engendra interés y cosas así de los libros de autoayuda. Pero nada dura para siempre y al parecer los ingredientes que hacían falta en la masa de "la relación", que aún no tengo idea cuales son, pero que claramente faltan, hicieron que este pan inflado que yo con tanto esmero estaba horneando se desinflara y yo con mi superhipermega motivación no tuviera más remedio que contemplar este amasijo casi rostisado, insípido y quebradizo como el hojaldre. Lo injusto de todo el asunto, más injusto si se quiere que no haya conseguido que me quisiera, es que al final hice una especie de acto de kamikaze que juré que no haría porque atentaría directamente con mi tranquilidad y paciencia recién adquiridas, ya que arrastro una culpa como colcha de retazos de todas las relaciones del pasado y por primera vez en la vida, este chico tranquilo y dulce me había dicho la frase más esperanzadora del mundo y es que no tenía ninguna queja mía ni de mi comportamiento.

 Así que espero hoy en  mi dia de mente en blanco y tripas blandas que mi avión MXY-7 que intentó en un día aciago, una maniobra suicida no haya dado en el blanco, y que si no puedo ganarme en la loteria de la vida ese corazón tan preciado, por lo menos si su admiración y respeto por haber intentado con temeridad lo que parece imposible y por lo menos me quede la tranquilidad que he venido cultivando junto a la paciencia del refrán húngaro del otro día y una macetita de albahaca que me regalo el chico tranquilo y dulce y que cuido incansablemente pues es el testigo palpable de mi labor.