lunes, 12 de diciembre de 2011

UN SOPLO DE BRISA CARIBEÑA


Cartagena Playstation de Alejandro Calderón

Sopló por primera vez finalizando el verano, no era una brisa cálida y etérea, era una oleada de calor fuerte y consistente, a simple vista parecía violenta e invasiva, pero a medida que pasaba el tiempo resulto dulce y llevadera. El soplo pausado terminó de meterse en todos los rincones y todos los resquicios de mi alma, sopló tan acertadamente que salieron todos y cada uno de los temores, sinsabores, dudas, neurosis, violencias, iniquidades  bajezas y finalmente la verdad pura y dura de que sigo a la deriva, que he recorrido estos miles de kilómetros pero no he podido huir de mi consciencia y soy un náufrago a la deriva..... 

Y nada mas gratificante para un naufrago que una brisa caribeña amiga. Ya sabemos las relaciones tan intimas que logran establecer los náufragos con las ballenas e incluso con una que otra pelota de voleibol, así que es fácil entender cómo me enganché tan intensamente con la brisa caribeña esta, tan dulce, sabia, constante, práctica y libre como toda brisa caribeña que se respete. Si se quiere, esa parecía la única condición de la brisa para acompañarme en mi naufragio y hacerlo tan solidariamente; qué entendiera su naturaleza y no intentara ni cambiarla, ni retenerla, porque era claro que nos habíamos cruzado en el camino, pero algún día mas temprano que tarde la brisa continuaría su ya muy trazadas metas y yo seguiría dando tumbos e intentando encontrar una salida o una llegada. Pero en teoría, todo es fácil, difícil tener tanta claridad y tanto aplomo para no querer apoderarse por completo de la brisa que te refresca y te hace llevadera la vida, de la manera en que lo hace mi brisa caribeña. No ha sido mucho tiempo, pero como dice la brisa misma, un instante puede ser una vida entera y si justo así lo ha sido, cada día, cada sonrisa, cada gusto, cada canción, cada carcajada que hemos compartido han sido una vida entera, has sido una jarra de miel en la acidez permanente de mi vida, una brisa, un torbellino, un ciclón que me alisa el bucle en que estoy sumida y me señala una línea recta. 

Por todo esto,  me dejé llevar por  la brisa caribeña, al igual que los náufragos se apegan como nadie a lo intangible, dado su estado de enajenación mental, por eso son capaces de comer gaviotas, luchar con tiburones y arrancarse dientes con patines en linea. Esa enajenación que impulsó a Tom Hanks a lanzarse al mar abierto en busca de Wilson y que todos pensáramos que era lo correcto y que probablemente haríamos lo mismo, ya que sin Wilson la proeza, ni nada tendría sentido. Pues, esa misma locura es la que me ha hecho aferrarme no como un náufrago sino como un ahogado, a la brisa caribeña y como un ahogado he luchado e intentado asirla, controlarla y hasta ahogarla, porque así se comportan los ahogados, es su maldita innoble naturaleza. Yo no quiero justificarme más, solo quiero desahogarme, y si me permiten contarles lo que no se debe hacer cuando te encuentras una brisa caribeña muy buena y tu vas de culo naufragando en el mediterráneo. Porque de antemano les digo que esta brisa es como el levante de los gaditanos, te refresca el bochorno y te calienta en las noches gélidas, pero sobretodo te deja la sensación cuando pasa que sin duda, tu vida es mejor con ella, dure lo que dure.

Con el corazón en la mano solo me queda agradecerte todo, todo, lo que me has dado brisa caribeña, probablemente nunca nadie en la vida me ha señalado mas claramente el rumbo que tu. Espero que siempre me recuerdes como aquel naufrago que te quiso por un instante que fue la vida misma con locura. Ojalá algún día nuestros rumbos aunque sea fugazmente vuelvan a cruzarse, sí no, mira con atención por el océano una botella con tu nombre ....