domingo, 20 de febrero de 2011

LA ENERGÍA DE LA FOCA, LA MARIPOSA Y LA MIA

“El aleteo de una mariposa en Londres puede desatar una tormenta en Hong Kong". Se supone que esta frase condensa la teoría del caos. Independientemente de lo complejo o simple que pueda ser en realidad; para mí, la teoría del caos es sobre una acción básica que se reproduce en acciones más complejas y se podría replicar hasta el infinito teniendo consecuencias colosales, tanto buenas como malas. Por lo tanto, eso significaría que todo el cosmos está conectado. El budismo y la física quántica lo explican con la vacuidad y el vacío quántico; todos somos en esencia una carga eléctrica que gira en espiral cubriendo espacios que en realidad permanecen vacíos, por ende, todo lo que creemos tangible es una mera ilusión y todos los seres y elementos estamos relacionados porque somos la misma energía.
Si somos la misma energía y las acciones que emprendemos traen necesariamente consecuencias no ya para nuestra familia, entorno, comunidad, si no probablemente para las focas en Finlandia, o dicho de otra manera, por lo que pasan las focas en Finlandia puede incidir en nuestra propia vida. Por muy paranoico que esto parezca es cierto pero se percibe solo a muy pequeña escala y a muy largo plazo; tan pequeño lo uno, tan largo lo otro que nos permite seguir permaneciendo indiferentes.
Indiferentes a la miseria de los otros continentes, a la infelicidad de nuestro vecino, a la desesperanza de los niños y sobretodo, permanecemos impasibles cocinando todos, al mismo tiempo y con mil ingredientes, esa gran sopa que es nuestro planeta. Vivimos entre amenazas nucleares, lluvias acidas, recalentamiento, emisiones toxicas, nanopartículas; los medios nos intentan explicar las consecuencias, unas devastadoras otras incluso beneficiosas. Un día nos dicen que una fruta cura el cáncer y al siguiente que puede subir los triglicéridos; que la capa de ozono se abre irremediablemente y al mes nos enteramos que lleva detenida dos años, o que otros dicen que es un proceso natural y se abre y se cierra cada trillones de años sin que tengamos la culpa de haber intervenido. Somos víctimas de la incertidumbre, a quien creerle, a la científicos, a los medios, a los gobiernos, al Apocalipsis, a los mayas? Cualquiera pensaría que vivimos en un estado de zozobra casi frenético, que nos acostamos presas de dudas y nos levantamos casi en vilo, que sentimos las ojivas nucleares rozando nuestras cabezas, la de nuestros niños. ¿Qué en la medida que tenemos más información somos más conscientes y estamos más sensibilizados con lo que pasa en el mundo?
Falso, falso de toda falsedad, permanecemos impávidos ante los horrores del mundo, tan impávidos como permanecimos ante el holocausto, ante Chernobyl, ante Somalia, el Katrina, Haití, el tsunami de Asia y ante todas y cada una de las catástrofes que provocamos día a dia, los depredadores seres humanos y la implacable naturaleza, que son lo mismo. Impávidos, pero ávidos de noticias al respecto, para luego elevar los ojos al cielo por un segundo y al siguiente seguir con Beyonce y su video censurado.
¿Pero que podemos hacer finalmente? Donar, ser voluntarios, fundar ONG´s, unirnos a médicos sin fronteras, hacer voto de pobreza, amargarnos la existencia?
No. Lo que tenemos que hacer es hacernos cargo. Para empezar, de nuestra propia vida, para qué estar preocupados por las eventuales consecuencias de las termonucleares, sino somos capaces de sacarnos el cigarrillo de la boca, o no podemos sufrir el más mínimo ardor, dolor, tirón, hinchazón, sin salir corriendo a buscar un analgésico. Ahora para empeorar la cosa, está lo de predisposición genética, entonces ya sabemos que vamos a ser obesos y nos vamos a morir a los 40, para que intentar cambiar? ¿Hasta cuando vamos a seguir berreando como corderos pidiéndoles a los políticos, a los gobiernos, a la ciencia, lo que no somos capaces de hacer por nuestra propia vida?
Somos grandes, podemos ir a Marte y aún no somos capaces de cuidarnos nosotros mismos. Eso no quiere decir que tengamos que ser políticamente correctos, asumirnos no significa hacerlo todo bien y cambiar la cocaína por el actimel o caminar 3 kilómetros diarios, significa ser consecuentes con nuestros actos, saber qué tiene consecuencias lo que hacemos o lo que dejamos de hacer, ser justos, tener sentido común; el alcohol o las drogas no son malas porque los medios, y el gobierno lo digan, son malas porque producen daños físicos, mentales y sociales también. Sentimos sus secuelas y son tan malas como los pesticidas y el no reciclar, así todavía no sintamos las suyas; y lo malo no es relativamente malo porque no estaremos vivos cuando explote, o todavía no sepamos con claridad cuando o a quien va a dañar.
Por eso basta de culpas y conspiraciones multinacionales, basta de gobiernos, religiones, partidos políticos, medios de comunicación. Absolutamente nadie más es responsable de nuestras vidas, de decirnos como vivir, cómo morir y de que consumir en el intermedio. Somos responsables de las decisiones que tomamos. Qué los gobiernos y las leyes se hacen por el bien común y que ellos tienen responsabilidades con nosotros, es cierto; pero también es cierto que tenemos la capacidad de discernimiento, por lo tanto, no solo se trata de acatar  reglas y normas de tránsito, se trata de medir consecuencias, de analizar, de aportar, de no tragar entero. Dar lo mejor de nosotros mismos en el trabajo, en la sociedad, en la familia, especialmente en nuestra propia vida, porque no se trata tan solo de sobrevivir, por eso ya pasamos hace miles de años como especie. Ésta la de ahora, es la era de convivir. Las edades doradas de imperios y culturas sobredotadas ya pasaron; su depredación, su inequidad, su avaricia desmedida dejaron cicatrices permanentes. Sin embargo, ahora hay un nuevo despertar, un tiempo de reconciliación, de compromiso, de tomar consciencia de nuestro cuerpo, sin esperar elíxires ni dietas milagrosas, ni pulseras mágicas. Por sentido común, todo en exceso es malo el pescado, la carne, el vino y sobretodo la confianza. Tenemos la oportunidad de asumirnos como adultos, crear hábitos más saludables, conciencias más robustas, vínculos más estrechos; hay para todos los bolsillos y para todas las tallas de consciencia.
Convivir en todo el sentido de la palabra, proyectarnos al futuro, ayudarnos, solidarizarnos con los otros, los invisibles, los sin voz. No pensemos solo en beneficios económicos, que no nos baste con tolerarnos, conozcámonos y perdonémonos, empecemos nosotros y ahora. Seamos magnánimos, que luego se sumen los otros. Que no tengamos que preguntarnos que hace este país o esta comunidad por nosotros, sino preguntarnos que podemos hacer nosotros, por nuestro país; así exponencialmente con cada uno de los aspectos de nuestra vida.
 Entonces, así como el imperceptible aleteo de la mariposa en Paris se manifiesta en Hong-Kong, la simple responsabilidad nuestra se volverá una responsabilidad universal.
  

* Escrito el 6 de enero de 2011 para la asignatura Discursos Persuasivos de mi Máster en Comunicación.

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